jueves, diciembre 20, 2012

Reseña: Silent Night, Deadly Night 2 (1987)

La saga de Silent Night, Deadly Night bien podría hacer de la Navidad la nueva festividad idónea para una maratón de películas de terror, más incluso que Halloween. Tras el simpático pero menor slasher que fue la primera, Silent Night, Deadly Night 2 (1987) tiene la facultad de hacer que su antecesora parezca una obra maestra en comparación. Es terrible de principio a fin, y ahí están las cientos de parodias en Youtube que hacen leña de los elementos menos agraciados de la cinta como la legendariamente atroz actuación de su protagonista. Y sin embargo, ha sido precisamente por esos motivos que esta secuela ha terminado por ganarse un culto propio como una de las más gloriosas  y entretenidas muestras de cine basura, en un fenómeno similar al de Troll 2 (1989), de Claudio Fragasso, y uno que definitivamente se merece un tratamiento similar.

En un alarde bastante cutre de reciclaje cinematográfico, la primera mitad de Silent Night, Deadly Night 2 es casi exclusivamente un resumen de la primera película, "narrada" por Ricky, el hermano menor de Billy, que cuenta su experiencia a un psicólogo de la policía. El empleo del recurso del flashback por medio de escenas recalentadas de la película anterior es vergonzoso no sólo por el hecho de rellenar la película para hacerla alcanzar porque sí la duración de un largo, sino también por la incoherencia de hacer que Ricky hable de eventos en los que ni siquiera estuvo presente. Toda esta parte es, a decir verdad, bastante aburrida y a cualquiera que haya visto la original se sentirá tentado a adelantar la película para llegar a aquello realmente bueno: el momento en el que Ricky pasa a relatar su propia ola de crímenes que termina previsiblemente en la obtención de un traje de Papá Noel y la ejecución de su venganza.

Esta segunda mitad de la película es cuando la cinta alcanza sus puntos más altos, especialmente en la espectacular secuencia de Ricky causando estragos en una apacible calle de suburbio, una obra maestra del absurdo que se convierte en el momento más fácilmente reconocible de una cinta que deja un poco de lado el tema de la navidad como escenario de terror pero que por otro lado gana muchos enteros con su interpretación desquiciada de las andanzas de un psicópata. Y es que todo acerca de esta cinta es un desastre, desde el ritmo desfasado que alterna flashbacks imposibles con un interrogatorio hasta el carácter absolutamente arbitrario e ilógico de la violencia perpetrada por Ricky sobre sus congéneres.

Pero una cosa ha de quedar clara: si bien formalmente inferior a su antecesora, esta segunda parte de la saga de asesinos navideños es infinitamente más disfrutable precisamente por lo disparatado de su desarrollo y la entrañable sobreactuación de Eric Freeman en el papel de Ricky, un actor que por sí solo alza a la película de su mediocridad y la convierte en una obra maestra de la comedia involuntaria que ha conseguido sobrevivir al palo genealizado que recibió en el momento de su estreno debido a su uso excesivo de metraje reciclado. Este culto, en mi opinión, está ampliamente merecido. Pero no tenéis que creer en mi palabra; lo mejor que podéis hacer es buscaros una copia de Silent Night, Deadly Night 2 y atesorarla como un clásico navideño que no podéis ver sino entre amigos. La saga tendría tres secuelas más que se distanciarían bastante del camino trazado por estas dos primeras cintas, y a ellas llegaremos en otro momento. 

1 comentario:

  1. Anónimo7:35 a. m.

    No había escuchado de ella, tengo que buscar esta joyita, muy buena reseña, debería de promoverse lo que dices sobre la navidad como el nuevo Halloween para ver películas de género

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