lunes, octubre 27, 2014

Reseña: Cabin Fever: Patient Zero (2014)

Cuando vi el título de Cabin Fever: Patient Zero (2014), lo primero que pensé es que estaba frente a una precuela que mostraba los orígenes del virus que ya había hecho estragos en películas anteriores. También pensé que esta sería una de esos productos derivados baratos que se suelen lanzar directamente a formato doméstico. Resultaba que estaba equivocado en ambas cosas: para empezar, esta tercera película de la saga iniciada por Eli Roth es en realidad otra secuela que corre paralelamente a aquella dirigida por Ti West en 2009, y por otro lado, su factura técnica está perfectamente a la par de sus dos antecesoras, lo que no significa que no sea un exploit más.

Lo cierto es que además, esta tercera entrega dirigida por el interesante Kaare Andrews, el mismo de la recomendable Altitude (2010), intenta ser un tanto más ambiciosa y tener un acabado más serio (al menos durante gran parte del metraje, pero ya nos referiremos a eso más adelante). En esta ocasión la película se maneja a dos bandas, con dos tramas que van corriendo de forma paralela; en la primera tenemos a unos científicos del gobierno que trabajan en una base secreta donde se encuentra recluido el "paciente cero", un hombre que es portador del virus pero que por motivos desconocidos no sufre los síntomas de la terrible bacteria carnívora. La segunda trama sigue a un grupo de jóvenes que se reúnen para una despedida de soltero en la misma isla donde se encuentra el laboratorio y que, muy previsiblemente, contraen el misterioso virus que les va devorando poco a poco.

Estos son los dos argumentos, y sin embargo la película los trata de forma muy desigual y poco seria. El celo con el que los científicos tratan la posibilidad de ser infectados es desigual en ocasiones, y nunca me quedó muy claro por qué tratan a este paciente de la forma en que lo hacen y por qué el propio paciente cero está tan desesperado por escapar y condenar a la humanidad sólo para recuperar su libertad. De hecho, todo el trozo del ambiente científico intenta ser más oscuro y serio pero al mismo tiempo se rinde a elementos de serie Z que se prestan a la comedia involuntaria, como esa asistente de laboratorio rubia de gran escote a la que le ponen unas gafas de pasta para que parezca más inteligente. Por desgracia toda esta parte de la película, que es de lejos la más interesante y la única que ofrece algo nuevo, es a menudo dejada de lado por el argumento de la despedida de soltero, que carece por completo de interés y cuya truculencia es algo que hemos visto ya demasiado.

Es cerca del final cuando ambos argumentos se juntan en un clímax que se vuelve un despelote absoluto y donde la película termina por perder el control. Una interesante visita a la estación científica devastada por el virus me hizo creer que la película tomaría un giro distinto jugando con su linealidad temporal pero esto fue una falsa promesa: lo que sigue en realidad es un clímax desastroso que sólo se puede tomar a broma y que hasta incluye una pelea entre dos personajes en la fase terminal de la infección que resulta tremendamente ridícula y quita a esta secuela cualquier atisbo de seriedad que podía tener, matando todas sus buenas intenciones. Tras haber visto Cabin Fever: Patient Zero he desarrollado una nueva apreciación por la abierta comedia adolescente que fue la segunda parte. Eso al menos es lo que puedo sacar de la experiencia.

domingo, octubre 26, 2014

Reseña: Dracula 2: Ascension (2003)

Muchos de los que lean estas líneas probablemente no habrán visto nunca Dracula 2: Ascension (2003). Es más, si les pasó como a mí muy posiblemente ni siquiera sepan a cuál de las numerosas versiones de Drácula se refiere el número 2 de esta secuela. La respuesta la da el nombre de su director, Patrick Lussier; el alumno aventajado de Wes Craven da vida a esta continuación de su película anterior Dracula 2000 (2000), la cual ya hemos reseñado aquí hace mucho tiempo y de la que terminé descubriendo tarde que no sólo hay una secuela sino dos, conformando así una rarísima trilogía que me desconcierta por más de un motivo.

Ambientada en tiempos modernos, esta segunda parte de Dracula 2000 recoge el testigo exactamente donde la anterior terminó, cuando un grupo de científicos se hace con el cadáver carbonizado de Drácula y toman la sorprendente decisión de revivirlo para poder estudiar de cerca su misterioso poder de regeneración. A partir de aquí comienza uno de los elementos más angustiosos de la película puesto que a pesar de ser la figura principal del argumento, Drácula se pasa casi todos los noventa minutos que dura esta cinta atado a una camilla de laboratorio donde es torturado sin piedad por el grupo de hombres de ciencia que intentan desentrañar su secreto. El vampiro es además reducido a una condición de bestia irracional muy lejos de su encanto inicial, ya que casi no habla en toda la película y se limita a resaltar su carácter monstruoso para los presentes, sobre todo en lo que se refiere a una joven médico forense con la que comparte un vínculo telepático y que poco a poco comienza a caer en su trampa de seducción.

Paralelamente a esta trama de científicos inescrupulosos tenemos la historia de un monje cazador de vampiros que despacha a los chupasangres a golpe de artes marciales y armas arrojadizas y que se pasa toda la película intentando dar con el paradero de Drácula para ponerle fin de una vez por todas. Estas escenas de acción parecen ser el verdadero gancho temático de la historia ya que todo lo demás es tremendamente aburrido incluso para los estándares de estas continuaciones cutres a formato doméstico, siendo esta en particular una en la que se aprecia una falta de atención a los detalles pasmosa. De hecho, una de las cosas que más me descoloca de la película es el cambio del actor que hace el papel de Drácula. Entiendo por un lado que Gerald Butler no haya querido repetir en el papel, pero digo yo que por lo menos habrían podido escoger a un actor que se le pareciera un poco o que como mínimo fuera moreno. Por el contrario el Drácula de esta secuela es un rubio platinado que en nada se parece al de la película anterior, algo que la cinta intenta justificar de manera chapucera y pobre, olvidando por completo la identidad de Drácula (que, no olvidemos, se trataba nada menos que de Judas Iscariote) y por lo tanto pasando de puntillas por uno de los aspectos más polémicos de Dracula 2000.

Nada de esto justifica, sin embargo, que la cinta final sea tan aburrida y carente de interés. Cuando finalmente las tramas del Drácula prisionero y el cazador de vampiros interpretado por Jason Scott Lee se juntan, la película ya casi ha acabado. De hecho, es aquí donde la historia se interrumpe anunciando que veremos la conclusión en una tercera entrega que no he visto aún pero por la que sin duda habré de pasar. Es una lástima porque hay varios aspectos de este Dracula 2 que beben de interpretaciones más clásicas del vampiro como pueden ser los trabajos de la Hammer con Christopher Lee, pero todos esos aspectos más truculentos se pierden en una historia de científicos locos y monjes saltarines mucho menos atractiva que la revisión moderna que la película anterior, con todos sus defectos, hacía del mito del vampiro. Veamos qué tal está la tercera.

lunes, octubre 20, 2014

Reseña: Book of Shadows: Blair Witch 2 (2000)

Vista después de muchos años y con una nueva perspectiva que me ayuda a apreciarla más de lo que lo hice en su momento, Book of Shadows: Blair Witch 2 (2000) sigue sin parecerme buena, pero fueron tantos los detalles que me resultaron destacables que supe que la idea de reencontrarme con esta cutre-secuela había sido algo por lo menos productivo. Si estás leyendo esto muy probablemente la hayas visto ya y tengas una opinión formada sobre la decepción que resultó, pero hay que tener en cuenta por encima de todas las cosas que esto fue una continuación que salió apenas un año después, una secuela por encargo hecha por otro director con la que el estudio intentó aprovechar la popularidad de The Blair Witch Project (1999), cuyo éxito nadie se esperaba.

Muy en concordancia con ese estilo autorreferencial tan "noventas" que Scream (1996) puso de moda, esta segunda entrega hace un juego meta-narrativo con la primera en el que un grupo de jóvenes decide visitar las locaciones reales de la primera Blair Witch y descubren (por supuesto) que aquello era más que una obra de ficción. No es este el único estereotipo noventero que hay ya que la estética es muy de esa época y algunos lugares comunes (la chica Wiccan, el porreta protagonista y la chica gótica) tienen un carácter bastante arbitrario que sólo se explica porque eran cosas que en aquel momento se veían mucho en la cultura popular.

Es aquí donde viene el primer problema de esta secuela en su franca indecisión a la hora de tomar el camino de una cinta de terror tradicional o por el contrario continuar el juego de realismo documental de la primera entrega. La verdad es que va tanteando ambos; a pesar de que la película todavía aborda el tema del vídeo como forma de expresión y de cómo el ojo de la cámara es capaz de alterar o realzar la realidad, al mismo tiempo se abandona el formato de metraje hallado en favor de una perspectiva omnisciente de toda la vida con guión y actores, a pesar de que al principio engaña y hace creer que estamos por ver una nueva entrega de estilo documental. Asimismo, sólo esta primera parte está ambientada en el bosque; el grueso de la película tiene lugar en una fábrica abandonada donde uno de los protagonistas tiene su casa y donde el grupo tendrá que lidiar con la maldición que han traído de su paseo.

Lo cierto es que la cinta tiene buenas ideas y cosas que no se encuentran normalmente en una película de terror al uso tales como su estructura de desorden temporal y el juego constante que hace con la posibilidad de que lo que estamos viendo no sea real, algo que consigue meterte de lleno en el argumento. Por desgracia muchas de estas ideas no se desarrollan y algunos de los aspectos más interesantes de los personajes (el don telepático de la chica gótica, el pasado de enfermedad mental del protagonista o las supuestas facultades de bruja de la pelirroja) no parecen al final tener ninguna importancia o consecuencia para la trama. A ratos el argumento parece ir de aquí para allá sin una dirección real, y muchas de las decisiones de los personajes parecen arbitrarias y tienen sentido únicamente en el contexto de una trama que necesita avanzar a como de lugar. Es esto lo que al final terminó causando que desconectara, eso y los ocasionales sustos baratos producto de ciertas apariciones fantasmales que no parecían venir al caso. Tampoco esperéis que profundice en aspectos de la mitología de la primera película porque casi no hay nada de eso.

Leí en alguna parte que las apariciones de fantasmas y demás elementos más convencionales de esta secuela fueron una imposición del estudio que quería una película de terror más "normal" y menos ambigua, algo que no fue del agrado de su director. Lo que no he leído en ningún lado es por qué la cinta lleva el título de Book of Shadows, ya que en ningún momento se hace mención de libro alguno, siendo por el contrario las cintas de vídeo el principal elemento narrativo que se muestra. Ese es el misterio que me encantaría resolver.

domingo, octubre 05, 2014

Reseña: The Green Inferno (2013)

Una de las cintas más esperadas por mí durante meses fue el nuevo trabajo de Eli Roth, The Green Inferno (2013), la cual luego de rodar por varios festivales durante casi dos años, ha terminado por tener un estreno muy modesto en varios países del mundo... excepto en los Estados Unidos, donde muy probablemente pasará a engrosar las filas de los productos directamente a formato doméstico. Cuesta entender por qué esta cinta ha pasado sin pena ni gloria, pero lo cierto es que ha terminado por ser algo muy distinto de lo que esperaba, o al menos algo muy diferente a la idea preconcebida que algunos (me incluyo) tenían en cuanto a los referentes del nuevo trabajo de Roth y su entrada de lleno en la explotación del subgénero caníbal, favorito entre los cineastas europeos a los que este director constantemente cita.

Lo cierto es que The Green Inferno tiene muy poco que ver con aquellas viejas glorias del cine caníbal como The Last Cannibal World (1977), Cannibal Ferox (1981) y por supuesto Cannibal Holocaust (1980), a la que hay varias referencias directas empezando por el hecho de que Roth toma para su película el título provisional que Ruggero Deodato quería para la suya. Sin embargo, no vamos a encontrar en la cinta de Roth casi nada de la brutalidad o el crudo realismo (a veces involuntario) de aquellas explotaciones italianas; por el contrario, el bueno de Eli parece estar mucho más interesado en continuar con su mirada a los peligros de tierras lejanas que ya había explorado en Hostel (2005) y Hostel 2 (2007). Si acaso, The Green Inferno puede ser considerada sin duda como la verdadera tercera parte de la saga Hostel ya que aquí se repite prácticamente la misma estructura de jóvenes primermundistas que son atraídos de forma engañosa a una tierra exótica y peligrosa donde terminarán siendo pasto para los locales. La principal diferencia es que ahora se trata de la selva amazónica en vez de los países del antiguo bloque comunista, y que esta vez la carnada no es la promesa de sexo fácil sino la gratificación que da un altruismo ególatra y burgués. 

Esto es básicamente el argumento, y aquellos que esperaban una película cruda y sangrienta que se explaya en el sufrimiento de sus personajes van a quedar bastante decepcionados; a pesar de que hay sangre y violencia a raudales, lo que predomina en la película es una carga de humor en ocasiones bastante negro pero que inevitablemente termina aligerando la propuesta y haciéndola significativamente más light que sus antecesoras a las que mira con reverencia. Roth tiene a su favor el rodar en locaciones reales y con un nutrido grupo de extras de etnias indígenas, pero el truco queda revelado gracias a la calidad digital de su imagen y a unos decorados en ocasiones muy evidentes, aparte de que queda terriblemente claro cuáles de los miembros de la tribu son actores disfrazados y cuáles no. Esto rompe un poco la ilusión de lo que estamos viendo y nos recuerda que estamos ante una película que sigue la estela de Hostel pero que resulta mucho más suave. 

Por supuesto no todo son decepciones; ese humor que Roth se gasta es, como siempre, muy bueno, y la película mete unas puyas muy acertadas a esa indecisión vital que a veces se confunde con verdadera filantropía, así como los peligros de unas buenas intenciones que se quedan en la superficie. Aquellos que hayan visto las dos entregas de Hostel sabrán anticipar varios de los giros argumentales de la película (que se dan idénticos, creedme) pero estamos ante un trabajo lo bastante bueno como para que valga la pena y me parezca inexplicable este ninguneo que está teniendo en su país de origen. Una cosa es segura: el amor de Roth hacia el cine de caníbales es genuino, hasta el punto de que los créditos finales nos ofrecen una larga lista de clásicos de este subgénero que habrá que revisar. Esta, por desgracia, es mucho más ligera que todas ellas, pero su gloriosa imagen final me dejó muy claro a mí cuales eran las verdaderas intenciones de su director, y con eso me basta.

sábado, octubre 04, 2014

Reseña: La mosca (1958)

Al igual que la inmensa mayoría de la gente, la única versión de La mosca (1958) que conocí fue el remake de 1986 dirigido por David Cronenberg. Pasaron muchos años antes de que supiese siquiera que existía una versión anterior, y una vez que lo supe la desprecié durante mucho tiempo pensando que se trataba de una casposa serie B de sci-fi raruna con monstruos de látex y mujeres gritando de horror. Resulta que estaba muy equivocado: si bien es cierto que estos elementos y lugares comunes están presentes, la versión original de La mosca es una película mucho más seria de lo que parece y una que fue además un colosal éxito que se vio eclipsado por un par de secuelas menores y un remake de autor que se convirtió en una película de culto que proyectó una larga sombra sobre su antecesora. Aunque sigo prefiriendo la versión de Cronenberg, esta tiene muchos detalles que valen la pena, y aquí intentaremos traerlos a la luz una vez más.

El argumento de ambas películas es muy similar, sólo que en esta primera versión tenemos un acercamiento un tanto más doméstico: un científico padre de familia que inventa una cabina de teletransportación y sufre un terrible accidente que lo convierte en un espantoso hombre mosca. Hasta aquí todo normal, pero la película aborda esta temática con ciertos elementos poco usuales en una obra de esta época o incluso hoy en día; es muy curioso que la película comienza con el protagonista ya muerto y la esposa (acusada de su asesinato, además) relatando a su cuñado y a la policía lo ocurrido. También es inusual el hecho de que nunca vemos el momento en que el protagonista sufre su transformación, y el aspecto del hombre-mosca no es revelado hasta casi llegado al final. Sólo estos detalles ya deberían echar por tierra el falso recuerdo que muchos tienen de esta película como una muestra de terror barato.

De hecho, gran parte del componente terrorífico de la película no viene por efectos gore ni por ataques indiscriminados del hombre-mosca (algo que nunca ocurre, a decir verdad) sino por el misterio de la teletransportación y la terrible frustración del científico ante la progresiva pérdida de su humanidad. Las escenas de la esposa intentando atrapar a la otra criatura que ha escapado de la cabina de teletransportación (una mosca con cabeza humana) podrían haber sido ridículas y sin embargo están tratadas con una seriedad que funciona y hubiese sido impensable en otro contexto. Y es que una de las mayores virtudes de esta película es esos momentos genuinamente siniestros entre los que destaca esa perturbadora escena final que no revelaré aquí pero que sin duda muchos conocen porque ha pasado a formar parte del imaginario clásico en torno al cine de terror de los cincuenta. 

Mis prejuicios me mantuvieron alejado durante muchos años de la versión original de La mosca pero esto no tiene que pasaros a vosotros, independientemente de la apreciación que tengáis por el remake de Cronenberg. Este además es lo suficientemente distinto para ser otra película con una sensibilidad y unos objetivos muy diferentes y más cercanos a ese terror sutil que se mete bajo la piel aunque sea por esa última escena a la que nos referimos arriba. El motivo quizás por el que muchos tienen el falso recuerdo de esta película como una serie B cutre viene quizás porque se confunde con su secuela, El regreso de la mosca (1959), una película de presupuesto y calidad mucho menores que curiosamente es en blanco y negro cuando su antecesora es en color. A esa también llegaremos en su momento.