miércoles, octubre 12, 2016

Reseña: Blair Witch (2016)

Tarde o temprano tenía que ocurrir: después de casi dos décadas explotando y exprimiendo el cine de metraje hallado hasta convertirlo en un género propio, era sólo cuestión de tiempo antes de que llegara una nueva versión de aquella película que comenzó todo allá por 1999, y efectivamente, aunque han tardado menos tiempo del que pensaba, he aquí el pseudo-remake de El proyecto de la bruja de Blair (1999), titulado simplemente Blair Witch (2016) y adoptando la forma de una secuela ambientada quince años después de la original pero que repite prácticamente todos los puntos del argumento de la obra de Daniel Myrick y Eduardo Sánchez, con muy pocos cambios o aportaciones novedosas, por lo que a pesar de todos sus esfuerzos por parecer lo contrario, estamos realmente ante un remake encubierto de la película de los noventa. 

Soy el primero en reconocer que la vi con ciertos prejuicios, no sólo porque el metraje hallado es un género que me interesa muy poco sino porque la bruja de Blair original es una película que me gusta mucho, y tras verla de nuevo recientemente me di cuenta de que es ampliamente superior a casi todas las cintas de este subgénero que han venido después, las cuales nunca han parecido entender exactamente qué fue lo que hizo de la original un éxito. Esta que tenemos ahora en el 2016 es de hecho mucho más parecida a la ola de productos similares que se han estrenado desde entonces, una versión "actualizada" de la original con más efectos sonoros y especiales, más momentos de terror puro y duro, un mayor contenido explícitamente sobrenatural, y absolutamente nada de la sutileza y ambigüedad que constituía la mayor fortaleza de la original. Es, en todos los sentidos, una secuela típicamente comercial que toma aquellos aspectos superficiales de la primera parte y los extrapola para ofrecernos lo mismo que antes pero a lo bestia, sólo que este tipo de continuaciones por lo general se hacen un par de años después de la primera y no tras casi dos décadas en las que ya el mercado de este tipo de productos se ha saturado por completo. 

Pero mentiría si no dijese que hay al menos ciertos puntos de interés: aquí es donde os revelo que mi principal motivación para ver esta película no tenía nada que ver con la nostalgia por la original sino más bien con nombre de Adam Wingard como director, un cineasta muy competente cuyas obras anteriores, A Horrible Way to Die (2010), You're Next (2011) y The Guest (2014), causaron una buena impresión en mí y me habían convencido de que podía sacar algo interesante de un proyecto que, evidentemente, ha sido un encargo. Hasta cierto punto es así porque mediante la ampliación del elemento sobrenatural Wingard logra sacar algunas ideas atractivas, sobre todo en los últimos diez minutos de la película, cuando se desata el clímax y los personajes sobrevivientes se enfrentan a la amenaza de los bosques en medio de un delirio surrealista que incluso juega con nuestra percepción del espacio y el tiempo, en un alarde similar al que ya habíamos visto en otra cinta de metraje hallado, Grave Encounters (2011), aunque menos trabajado y algo confuso.

A decir verdad ese ha sido, para mí, el mayor problema con esta película: ninguno de los elementos adicionales que ostenta ha sido desarrollado sino que va lanzando ideas una tras otra enredando tanto al público como a los personajes. Esta es además una de esas cintas de terror cínicas en las que los protagonistas nunca saben realmente qué es lo que está sucediendo y por lo tanto nunca tienen realmente una oportunidad de triunfar sobre la amenaza que se cierne sobre ellos, por lo que el final está cantado desde el principio incluso si no tenemos en cuenta que el propio formato ya revela desde el minuto uno cuál ha sido el fin de los personajes. En definitiva, todo lo que tenía de bueno la primera película ha sido tirado por la borda en aras de un trabajo comercial repetitivo, predecible, lleno de sustos baratos y plagado de todos y cada uno de los vicios que suelo odiar de este tipo de historias. El por qué un director como Adam Wingard ha sido el encargado de llevar esto a la realidad es algo que se me escapa, porque esto no es más que otro ejemplo más de un terror documental fácil de personajes gritando, efectos de sonido a máximo volumen, cámara temblorosa y un monstruo final que nada tiene que ver con la sutileza y buen arte de la original. 

1 comentario:

  1. la vi con mucha ilusión! pero me decepciono muchísimo!!


    pensé que resolverían algunas dudas, pero nada! todo nos llevo al mismo lado!

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